miércoles, 9 de febrero de 2011

Galáctica memorabilia.

Una estrella, un souvenir de su venir precipitado. Con las hipotéticas inundaciones de luz y transparencias, le desmoronó los planes y los esquemas, y cualquier máxima frontera. No creía en volar pero alzó raso el vuelo. Pero no creyó. Pero no cayó. (Se tiró.)
Todo por culpa de los complots estelares. Todo el sistema solar conspirando, te imaginas. Y de repente el futuro en su puerta, apetecible. Pero faltó la certeza. Pareció que infinita la felicidad los perseguiría como un satélite. Pero pereció. Los pareceres, los infinitos, la felicidad, los satélites y las manías de perseguir perecieron todos a la vez. Porque antes de perecer parece pretender permanecer pero sentimiente. Parece, pero desaparece y... La transitoreidad. Pasamos, como el verano. Queremos tocar las estrellas pero pasa que nos quemamos. Pues un boicot sentimentiral tocó y hundió en diástole los corazones.
Cómo no, las estrellas ilusionistas. No son para siempre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nada en esta vida es para siempre. Como bien dices todo perece... bueno, no todo, siempre nos queda la inteligencia, siempre nos queda la esperanza. Eso no muere, ni eso ni el sentimiento; que por mucho que intentes erradicarlo con el pensamiento, perdura, para bien o para mal, pero permanece.
Hay algunas estrellas que sí que son para siempre.