viernes, 27 de mayo de 2011

Gracioso como nuestras épocas de odiantes amateurs.

Mi ego, su ego y un amor, vértices de un triángulo vicioso, más fantasma que el de las Bermudas.

Parodiarle con mis secuaces, sabes, para odiarle, para después verle y tener que disimular la mirada de significas mis ojeras. Pero él siempre me seguía conociendo mejor que mi almohada.
En fin, las noches durante las que le odié mejor fui otra insomne más reacia a la dudosa viabilidad de un sueño mientras decidía si valeriana o cafeína. Pero la vida de día no tuvo tiempo para bancarse mi parsimonia y el recreo me duró un verano, creyendo en creer hasta que sonó el timbre.

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